China: ¿Comunista o capitalista?




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Cuando pensamos en un ejemplo de país comunista hoy en día, uno de los primeros países que se nos viene a la mente es China, el gigante asiático. Sin embargo, también podemos entender que es un país capitalista, algo que parece imposible pues ambos sistemas parecen incompatibles. 

Antes de poder contestar a la pregunta, lo mejor es intentar comprender bien ambos términos. El comunismo es una doctrina económica, política y social que aspira a la igualdad entre las distintas clases sociales. Fue inspirada por Karl Marx y Friedrich Engels, los cuales se oponían al modelo capitalista al que acusaban de ser responsable de la lucha de clases. Es un sistema colectivista que se implantó por primera vez en Rusia en 1917, consecuencia de la crisis del régimen zarista. Además de Rusia, esta forma política llegó a otros países como Corea, Cuba o China. 

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Por otro lado, tenemos el capitalismo, sistema económico que se basa en la propiedad privada de los medios de producción (cosa que el comunismo elimina) y la libertad de mercado. Este sistema se regula por la ley de oferta y demanda, y en él es clave la competitividad. Esta doctrina es menos actual, pues tiene sus inicios entre los siglos XIII y XV para terminar de desarrollarse a finales del siglo XVIII. 

Como podemos observar a simple vista, ambos modelos no pueden coexistir en una misma economía. Es por ello que el caso de China resulta tan curioso, una gran potencia mundial aparentemente comunista y que, en cambio, lidera en los mercados capitalistas del mundo. 

En 1927 estalla la Guerra Civil China, en la que combatían el Partido Nacionalista Chino (Kuomintang) y el Partido Comunista Chino. Aunque bien es cierto que en un principio los nacionalistas llevaban una clara ventaja, finalmente, y debido a otros factores externos englobados en el contexto de la Segunda Guerra Mundial; el Partido Comunista tomó el control y se impusieron en 1949, obligando a los nacionalistas a retirarse. 

Así, a partir de 1949, China pasó a ser un país de tendencia comunista en la que se trabajaba para el Estado, el cual repartía la producción entre todos de forma equitativa. 

Deng Xiaoping 
Mas, años más tarde, con la llegada al poder de Deng Xiaoping, la República Popular China comenzó una serie de reformas económicas (en 1978) con el objetivo de liberalizar el comercio, lo que permitió al territorio alcanzar unas altas cuotas de crecimiento económico. Posibilitó la autoproducción campesina, la inversión extranjera y la privatización de empresas, entre otras medidas. A la par que realizaba estas transformaciones, mantuvo las instituciones del Partido Comunista, manteniendo la retórica comunista pero con una economía menos intervencionista. Es decir, se pasó de una economía planificada a una economía mixta, un nuevo sistema denominado “socialismo con características chinas”.

Como todo, esta nueva apertura de mercado trajo sus más y sus menos. Provocó inflación y descontento social, así como varias protestas de lo más jóvenes que buscaban algo más que reformas en el terreno monetario. 

Para suerte del gigante asiático, en los años 90, sus líderes consiguieron retomar un buen ritmo de crecimiento económico y sacar a millones de campesinos de la pobreza. En 2001, pasaría a formar parte de la Organización Mundial de Comercio

El caso es que, como comentábamos anteriormente, China dio sus primeros pasos a la liberalización con Xiaoping, creando un mercado privado pero sin renunciar al control de la tierra y de las instituciones financieras, desarrollando un modelo conocido como capitalismo de Estado. Estas serían las bases que marcarían el camino de esta zona a lo que es hoy en día.

Así, tanto en industria como en agricultura, el mercado chino es muy dinámico gracias a la entrada de empresas extranjeras y privadas. En estos ámbitos, hay un claro predominio del mercado sobre el control estatal; mientras que los activos bancarios están en su mayoría controlados por el gobierno. De igual forma, la ausencia de un estado de bienestar permite a dicho Estado huir de los problemas de este sistema, logrando una buena combinación que le ha asegurado encontrarse prácticamente a la cabeza de la economía mundial. 
En definitiva, vemos que históricamente China es un país comunista, que mantiene ciertos valores e ideas de esta tendencia, con incluso una férrea censura de prensa y expresión. Sin embargo, en el plano económico, el Estado chino ha sabido crear ciertas válvulas de escape que han facilitado el comercio internacional, propiciando que se convierta en la primera potencia mundial por PIB. 

En conclusión, entendemos que los líderes chinos pretenden obtener lo mejor de ambos sistemas, favoreciendo, por un lado, la entrada de un fuerte capital externo y el desarrollo de la industria y la tecnología, de manera que se alcance un gran poder económico; y por otro, mantener en cierta medida su control sobre la población y que el Estado cuente con una fuerte recaudación ciudadana, al tiempo que mantiene su planificación estatal. Su foco se centra en la mano de obra barata, las inversiones en bienes de capital básicos y mejora de infraestructuras. Y es que, como decía Xiaoping: 

“No importa que el gato sea negro o blanco, mientras cace ratones”




Bibliografía:

elcato.org 

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