El día que EEUU dijo adiós al alcohol (y fracasó). ¿Cómo afecta a hoy en día?

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Enero de 1920, poco después del fin de la Primera Guerra Mundial. Una oleada de inmigrantes de clase obrera, que había llegado años antes al país americano en busca de la promesa de una vida mejor; hizo florecer una nueva cultura basada, sencillamente, en la atracción por el whisky y los saloons, la cual encontraría rápidamente oposición. 

Los sectores más tradicionales, principalmente eclesiásticos, se levantaron en contra de estas nuevas costumbres que rompían con sus valores morales y que conllevaban la corrupción del seno familiar. Así, tras una lucha anti-alcohol, nació en Estados Unidos una nueva enmienda: la 18ª, conocida popularmente como la “Ley Seca” o “Ley Volstead”.

A partir de su ratificación, se prohibió la fabricación, transporte y venta de alcohol; una medida que pretendía acabar con el consumo de este tipo de bebidas intentando así lograr una mejoría social. “Se cerraron para siempre las puertas del infierno” citaba el reverendo Sunday celebrando la nueva ley. Pero nada más lejos de la realidad.

La Prohibición supuso una gran oportunidad de mercado para las mafias, que se lucraron en gran medida vendiendo alcohol ilegal de contrabando. El mercado negro de alcohol se abría paso en un país cuyos ciudadanos demandaban estas bebidas fuera como fuese. Los mafiosos se aprovecharon de esta situación, y no solo se incentivó la comercialización clandestina de licores, sino también de armas y prostitución. 

La corrupción se extendía por un país donde muchos altos cargos incluso permitían la existencia de los denominados speakasies, bares clandestinos a los que acudían millones de americanos para disfrutar de una copa y diversión. Lejos de conseguir una nación libre de esta toxina, EEUU se estaba convirtiendo en un territorio inseguro donde se estaba alzando el crimen organizado.

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No sería hasta 1933, trece años después, cuando el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, pusiera fin a esta ley en diciembre.

Para entender correctamente el porqué del fracaso de esta medida, debemos entender una serie de conceptos clave. 

Como sabemos, los consumidores tomamos decisiones en base a una serie de lista de costes frente a beneficios: lo que me aporta la decisión que tome, frente a lo que supone negativamente. En lo referente al alcohol, los americanos valoraban si renunciar a esta bebida o, por contra, saltarse la ley y pagar un precio más caro por la bebida. La decisión estaba clara: pagar un precio más alto no suponía problema. 

Esto era fácilmente predecible si se tenía en cuenta que la demanda de alcohol es inelástica, de manera que por mucho que se aumentase el precio, la gente iba a seguir comprándolo, y más aún, ante la falta de bienes sustitutivos que pudieran reemplazarlo. 
Así, las mafias tenían vía libre para actuar en un mercado sin ley, mientras que el Gobierno perdía una de sus principales vía de ingresos al renunciar a la que era la quinta industria más potente, pues “para 1910 las tasas de bebidas alcohólicas representaban el 30% de los ingresos federales”, según “Libertad Digital”.


Sin duda se trató de uno de los mayores fracasos de la economía americana, que solo encontró beneficio al convertirse en uno de los temas favoritos de cineastas y escritores. 

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Hoy en día en cambio, se ha pretendido extrapolar esta experiencia a otras sustancias ilegales también tóxicas, como es el caso de algunas drogas como la marihuana o el tabaco.


En el caso de la primera, debemos tener en cuenta que sencillamente su consumo está prohibido (y se mantiene así) pues la demanda de esta droga se entiende que no es tan elevada como lo era la del alcohol en la época de la ley seca, con lo que no se corre riesgo de que suponga un elevado coste social y económico el que siga estando prohibida; de manera que su legalización podría hacer aumentar el número de consumidores de esta sustancia, lo que sería gravemente perjudicial para la salud de los españoles.

A pesar de ello, recientemente fue polémico el anuncio de partidos como Más País o Unidas Podemos (aunque estos últimos centrados en el cannabis) sobre la legalización de la marihuana, defendiendo que con ello se lograría regular la adquisición de esta droga y poder gravar su consumo, lo que sumaría una cuantiosa cantidad de dinero a las arcas del Estado. 

Estos partidos, se apoyan fundamentalmente en datos extraídos de otros países o regiones que han puesto en practica esta tendencia, como es el caso de Colorado, en EEUU. Podéis leer más sobre el impacto de dicha regulación en el siguiente artículo.

El caso es que para poder asegurar que sería efectivo una legalización de la marihuana, habría que, no solo observar datos de otros países, sino también estudiar el consumo que se realiza en España de la sustancia, y si la sociedad en su conjunto aprobaría realmente esta propuesta.

Por otro lado, la respuesta a todos aquellos que luchan a favor de acabar con el consumo de tabaco quizá sea, simplemente, observar la historia aquí contada sobre el fracaso que supuso la prohibición de alcohol.

Una total prohibición del tabaco no sería más que perjudicial para nuestra economía, pues se perdería la recaudación del impuesto que recae sobre esta sustancia, y se incrementaría la venta ilegal de tabaco, parecido a lo que ocurrió en 1920 en EEUU.

Sin embargo, bien es cierto que tomar medidas restrictivas (como el hecho de limitar las zonas donde este permitido fumar), ya ayuda bastante a la reducción del número de fumadores, cuya cifra ha caído considerablemente en los últimos años. Las costumbres cambian y cada vez somos más conscientes de lo perjudicial de su compra. La propia sociedad, con su cambio de mentalidad, va "castigando" a los fumadores, sin necesidad de tener que prohibirlo. Así, sociedad y economía ganan, aunque solo el tiempo dirá.

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